jueves, 16 de mayo de 2013

Entrevista con Augusto Guzmán, director de la Orquesta Filarmónica Cochabamba.

Tres rasgos caracterizan a la Orquesta Filarmónica Cochabamba que dirige Augusto Guzmán. Uno: su salida de escenarios tradicionales como el teatro Achá hacia otros con mayor capacidad de recepción de público. Dos: la apertura y rescate de otros públicos que antes no frecuentaban los salones de conciertos. Tres: Para los músicos emergentes se ha convertido en el principal espacio de consolidación profesional.
Con una vasta experiencia en la dirección musical, la batuta de Guzmán ha dirigido memorables conciertos desde música clásica, pasando por la puesta en escena de “Carmina Burana” hasta música de películas y conciertos fusión con grupos de rock como “Octavia”.
Con varios proyectos en preparación, el director hace un alto en sus ensayos y cuenta en esta entrevista detalles de su trabajo con la orquesta, las características de los escenarios y su relación con los públicos.

—Lograron salir de escenarios tradicionales como el Achá llevando música clásica a otros espacios. ¿Cuáles fueron las razones?
—Ya lo hicimos con la Camerata Concertante, una orquesta pequeña. Tratamos de buscar escenarios no muy convencionales. Creo que fuimos los primeros en presentarnos en la Casona Santiváñez, con todo el contexto del espacio que la caracterizaba. Al principio parecía un lugar un poco extraño porque estaba al aire libre. También nos presentamos en Centro Simón I. Patiño.
Luego la Camerata fue creciendo, es algo que estaba en los planes y se conformó la Orquesta Filarmónica, que también creció, aunque siempre con un límite, no indefinidamente.
Nos dimos cuenta que en el Teatro Achá ya no entrábamos cómodamente. Uno ya no se podía expresar libremente con los instrumentos.
En ese momento decidimos salir al Centro de Convenciones El Campo. Primero fue un ensayo, vimos que la acústica estaba muy buena e hicimos un primer concierto con el guitarrista Marcos Puña, el “Concierto de Aranjuez”.
Si hablamos de razones creo que la primera razón fue que no teníamos el suficiente espacio físico.
A esto se suma que el Achá tiene una reglamentación con fechas y plazos y sólo podíamos disponer una o dos veces al año.
Otro problema era que teníamos un determinado tiempo para presentar una obra y teníamos que hacerlo ese día. A veces no estábamos lo suficientemente preparados y yo no presentó un trabajo si no está muy bien terminado.

—¿El público quedó conforme con los nuevos escenarios?
—Lo principal para que al público le guste y salga satisfecho es que la obra esté muy bien acabada, al margen de los escenarios.
Cuidamos siempre la calidad de la interpretación. Queremos la suficiente holgura para preparar el tiempo necesario para nosotros y para cada obra. Hemos ido creciendo también en nivel, ya interpretamos programas más exigentes.
En El Portal, que nos han acogido amablemente y hemos empezado ya a realizar los conciertos.
Al principio algunas personas no conocían el lugar y en gran parte hemos llevado al público allá. Sale muy contenta porque el sonido es muy bueno, lo hemos comprobado, es cómodo, es elegante.
—Qué se necesita para ingresar a un concierto, en El Portal por ejemplo. Claro, al margen del boleto.
—Algo muy interesante es que para ingresar a nuestros conciertos no existe condición alguna, mucho menos en la forma de vestir que tenga la gente. En ningún momento la orquesta ha dicho que los conciertos son de gala. Si así lo quiere la gente puede ir elegante, o cualquier joven puede ingresar con la ropa que considere más cómoda.

—¿Aumentó el público?
—Sí, bastante. Ya habíamos empezado a llenar en 2004 con la Camerata, cuando interpretamos “Las cuatro estaciones”, fue la primera vez que vino el violinista Rubén Darío Reina. Es una obra que convoca mucho, pero no pensamos que íbamos a voltear taquilla. Hasta hubo reventa de entradas.
Luego hicimos “Carmina Burana”. En esa época la gente todavía estaba acostumbrada al Achá y le costaba acudir a otro tipo de escenarios. Recuerdo que en esa oportunidad también presentamos en el coliseo Don Bosco, pero luego fueron al concierto y resultó todo un éxito. Ahí nos dimos cuenta que había que salir del teatro.

—¿Cómo ve al público? ¿Cuál es su grado de exigencia hacia los músicos y qué actitud toman ante una interpretación deficiente?
—Nosotros siempre tenemos que estar tan preparados que no debe existir la opción contraria. Creo que el público de Cochabamba es muy exigente. Hace poco estaba en La Paz y allí el público es mucho más caluroso en el sentido de que aplaude abiertamente. Aquí  se nota en los aplausos cuán bien o mal está interpretando la orquesta.
Si realmente les gusta, aplauden mucho, siempre aplauden, pero se nota cuando es más o menos caluroso.

—En cuanto a capacidad de apreciación musical, ¿cómo ve al público?
—Creo que está muy preparado. La prueba es que retorna a un próximo concierto y significa  que le gustó. Tendríamos que preocuparnos si no  regresa. Cada nuevo co hacerlo mejor.

“La falta de espacio para los conciertos fue lo que nos impulsó a buscar otros escenarios.”

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