viernes, 27 de mayo de 2016

Antonio Maraza, el filatelista



En 1963, un año antes de que Víctor Paz Estenssoro iniciara su tercer mandato presidencial en Bolivia, la empresa de Correos consideró oportuno mandar a imprimir un sello postal con el perfil del líder impulsor de la Revolución Nacional de 1952 y uno de los fundadores del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR).

Víctor Paz había comenzado su nuevo mandado en agosto, pero el 4 de noviembre se perpetraba el Golpe de Estado en contra de su gobierno constitucional. El nuevo timbre de correo con su efigie había ingresado recién en circulación, pero con el golpe se interrumpió su emisión y se ordenó su quema. En esas circunstancias muy pocos timbres llegaron a manos de la población que usaba el servicio del correo, lo que -con los años- convirtió a esa estampilla en una de las más valiosas de Bolivia y, por tanto, una de las más deseadas por los filatelistas o coleccionistas de sellos postales.

La pieza escasa en número debido al corto tiempo de su circulación llegó a formar parte de la colección del filatelista Antonio Maraza Noa, que hace más de 30 años comenzó con esta pasión, que hasta hoy lo ha llevado a acumular unas 300 mil estampillas de correo de todo el mundo, de las cuales ha clasificado al menos unas 50.000.

"Tuve la estampilla de Víctor Paz pero me tentaron con el precio, me la compraron”, comenta mientras toma uno de sus álbumes de timbres postales.

A primera vista reconoce cada uno de sus sellos y comienza a contar su historia. En su colección figuran las primeras estampillas del mundo, que fueron emitidas en Inglaterra, en 1840. "La primera estampilla fue el Penny Black, tiene el perfil de la Reina Victoria, no tiene el nombre del país emisor porque Inglaterra fue el primero en emitir sellos postales”, explica mientras admira sus timbres ingleses pegados en uno de sus álbumes, donde también hay sellos de Alemania, Italia, Egipto, Suiza, Japón, Estados Unidos, México, Uruguay, Bolivia... Hojea con cuidado el álbum y aparecen los timbres, uno más atractivo que otro, por sus colores y diseños.

Toma su lupa y sus pinzas y, con mucho cuidado, despega algunas de las piezas para comenzar a describirlas.

Algunas tienen pegados pedazos de papeles de colores que muestran su precio.

"Es importante ponerles el precio porque cuando un filatelista muere, lo primero que hacen a veces los familiares es vender la colección y como generalmente no saben lo que tienen en las manos rematan la colección sin saber su valor”, justifica Maraza, que preside el Centro de Filatelistas Illimani.
Tiene razón, entre sus timbres también están los primeros emitidos en Japón.

Las más valiosas

Cuando revisa su colección de Bolivia se refiere al valor del sello con el perfil de Víctor Paz y el escudo negro, las piezas más valiosas del país. El escudo llegó a costar hasta 1.500 dólares.

Inmediatamente busca las estampillas con los motivos de Tiwanaku. Fueron emitidas en 1925, promovidas por el arqueólogo Arturo Posnansky, uno de los mayores estudiosos de esa cultura. "Para mí son las más hermosas emitidas en Bolivia por el color dorado, por los detalles”, dice.

"Una estampilla es una ventana al mundo porque en ella se expresa un acontecimiento histórico de un país, se muestra algo característico de su cultura, puede contar la historia de un país”, añade.

Maraza conoce toda la historia de los sellos postales de Bolivia. Cuenta que los primeros en emitirse fueron los de las ch’allas, en 1863, pero nunca entraron en circulación porque su precio estaba en reales. Fueron los timbres con cóndores los primeros en entrar en circulación, en 1867, porque fueron calculados en pesos bolivianos. Después se emitió el escudo negro.

30 años de colección

Antonio Maraza comenzó a coleccionar timbres de correo hace más de 30 años, cuando encontró en su casa una caja llena de estampillas que habían pertenecido a su abuelo Mauricio Maraza, quien recién había fallecido, dejando su tesoro sin herederos.

"Lo primero que pensé fue venderlas y me fui a la sociedad de filatelistas y encontré a personas interesadas en lo que tenía, que comenzaron a proponerme cambios, y cambié muchas porque no sabía lo que tenía”, recuerda.

Pero uno de esos filatelistas le comentó que era importante que catalogara lo que tenía para saber su verdadero valor. Se hizo de algunos catálogos de sellos de correo y comenzó la tarea. Apenas comenzó el trabajo se dio cuenta que había perdido muchas piezas de gran valor.

A medida que fue descubriendo el valor del tesoro del abuelo Maraza, Antonio fue seducido por la filatelia. "De pronto me vi buscando sellos postales y comprándolos. Al principio quería todo, compraba todo porque mi objetivo era tener timbres de todo el mundo”, recuerda.

Con el tiempo cayó en cuenta que la vida no le alcanzaría para lograr su objetivo. "Por eso me propuse completar mi colección de Bolivia, aunque también tengo sellos de otros países y con motivos de animales y medio ambiente, y postales”, dice.

Decidió coleccionar todos los sellos postales de Bolivia porque Correos "nunca ingresó a la especulación”. "Hay países donde el correo emite enormes cantidades de estampillas, incluso para los coleccionistas. Eso no pasó en Bolivia”, afirma.

Maraza ha logrado su colección cambiando sus piezas con otros filatelistas, comprando de vendedores ocasionales o recurriendo a amigos que están en otros países. Se vale de catálogos internacionales que traen información de todas las emisiones.

Cuando un nuevo sello llega a sus manos toma su catálogo para verificar el año de emisión, su país de origen, sus características e, incluso, su dentado, que muchas veces define el valor de la pieza.

"Comparamos la estampilla, vemos el precio y lo agregamos al clasificador, después irá al álbum. Esto es relajante, pero ahora a la abogacía”, dice mientras cierra uno de sus álbumes.

Es que Maraza es abogado de profesión y filatelista de corazón.

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