domingo, 23 de abril de 2017

El balcón de Gastón Un jubilado que dedicó su tiempo al arte.



Un día se decidió. Compró las herramientas, reunió la madera necesaria y empezó a armar un balcón en miniatura; luego siguieron otros, hasta pasar de la centena. Gastón Asturizaga —quien hace poco cumplió 95 años— es el artista que se animó a dedicar su tiempo de jubilado a armar estas obras que embellecen su hogar y los de sus amigos. Una tarde es insuficiente para escuchar las anécdotas del extrabajador de entidades financieras. En cuanto inicia una historia, pasa a otra igual de interesante, como que de niño planeaba dedicarse a hacer artesanías.

Gastón reconoce que las únicas buenas notas que lograba en el colegio La Salle eran en gimnasia y dibujo. Su memoria está intacta, ya que sabe de fechas, lugares y personas como si ese pasado hubiera ocurrido hace unos días. Por ejemplo, recuerda bien al hermano Alejandro, quien le enseñó los conceptos básicos para trazar líneas que se convertían en arte.

Desde las rejas hasta las tejas fueron fabricadas por el artista nonagenario.

Con esa habilidad pensaba dedicarse a hacer artesanías y después estudiar Arquitectura, pero la situación económica lo obligó a elegir una carrera con mejor remuneración económica. Se inscribió en Derecho, pero a los dos años se dio cuenta de que no era lo suyo y un día abandonó las aulas y no retornó más. En su lugar escogió el área económica, por lo que trabajó en el Banco Central de Bolivia (BCB), aunque sin alejarse del dibujo, pues llegó a presentar una exposición de caricaturas de sus compañeros de trabajo.

También recuerda la vez en que casi fue enviado a un campo de concentración —durante el primer gobierno del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), en los años 50—, acusado de planear una revolución con miembros de Falange Socialista Boliviana (FSB); la vez que se hizo amigo de Lydia Gueiler, quien años después iba a ser presidenta de Bolivia; su experiencia como trabajador del Banco Popular del Perú y cuando estuvo al frente de la bombonería Peter Pan. “Si le contara mi vida..., es larga”, dice.

Uno de sus recuerdos se convirtió en el frontis de una parroquia de pueblo.

Su último trabajo fue en una empresa de seguros, donde los constantes reclamos de los clientes hicieron que decidiera jubilarse. Con más tiempo y muchos proyectos en la mente, Gastón recibió en un cumpleaños un retablo pequeño. Al observarlo con detalle se convenció de que podía hacer lo mismo, así que consiguió las herramientas necesarias, venesta y madera delgada, para iniciar su proyecto. En un principio tardó más de lo necesario, pero después alcanzó la habilidad necesaria para convertir sus recuerdos y fotos de revistas en adornos que embellecen las casas de sus amigos y familiares.

En el recibidor de su casa hay decenas de los balcones que ha creado mientras la vista se lo permitía, cada cual con una historia diferente y hechos con mucho detalle. De alguna manera, su habilidad con el dibujo le facilitó crear estas piezas a las que dedicó jornadas enteras, con tal de lograr el mínimo detalle y luego contar una de sus tantas anécdotas de 95 años.




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